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miércoles, 30 de marzo de 2011

Doce meses en los que se cumplieron mis peores vaticinios. Un alegato a la libertad de expresión. Por Juanra Vaquero

Ha pasado justo un año desde que abandonase el Club Balonmano Alcobendas. Me marché, lo repito una vez más, ya que no comulgaba en nada con la gestión de la nueva directiva. Insisto, aunque a algunos les duela. A mí, sencillamente, no me pudieron echar. No creía en sus métodos ni en sus promesas y por eso me fui. No quise, sencillamente, ni ser cómplice ni acabar comulgando con algo en lo que no creía. Así de fácil. Lo triste, lo que me apena, es que todos mis augurios se han cumplido.

Quiero recalcar que yo no he sido nada en la historia de esta entidad. Comparado con lo aportado con gente de la talla de César Méndez o Javier Suárez, he sido un cero a la izquierda. Nunca busqué protagonismo ni quise salir en la foto. Como muchos, un día me embarqué en ese proyecto enamorado de los valores de compañerismo, igualdad, superación, entrega y solidaridad que destilaba. Era un modelo de vida y de esperanza. Y subrayo, éste seguirá siendo siempre mi club y el de miles de personas que, muchas veces desde la abierta discrepancia, solo buscaron –y buscarán siempre- el bien común. Quienes confunden nuestra crítica hacia una gestión, la actual, con la crítica a la entidad perdieron el norte hace mucho tiempo.

Decir que yo tomé en su día la decisión de denunciar el impago de mi trabajo. La actual directiva me debía los últimos 6 meses de mi labor en el club pero no me querían pagar. Y los llevé a juicio, pendiente aún de resolución. Fue, tristemente, la única forma que me quedó de recuperar lo que era mío. Decir las verdades del barquero, como decía García, siempre tiene un peaje. Pero yo, señores, no estoy dispuesto a pagar ninguno por decir lo que pienso seguir diciendo hasta la saciedad:

Que los nuevos gestores no han traído de la mano nuevas empresas que puedan sustentar el futuro económico del club; que este club debe tener en cuenta las opiniones de todos, sin ninguna exclusión y siempre apostando por integrar incluso a las opiniones discordantes; que todo el mundo debe saber la deuda real del club y las formas para sufragarla; que a quienes se debe un dinero han de tener un compromiso por escrito del club de cómo se les va a pagar, en qué plazos, y la promesa por escrito y ante notario de que se va a resarcir toda su deuda hasta el último céntimo; que el equipo femenino de élite tiene que tener el mismo trato que el ASOBAL; y que los socios y aficionados han de tener voz principal en la toma de decisiones.

Vuelvo a incidir en que, tristemente, todo lo que auguré se ha cumplido. Todo. Y que nada es casual. Sigo diciendo que el futuro económico, social y deportivo del club está en peligro. Seguro que habrá quien me vuelva a criticar. La diferencia es que yo, si fuera presidente aunque fuera de mi junta de vecinos, admitiría toda crítica y pagaría lo que debo. Pero cada uno es como es. Y les diré otra cosa. Hasta ahora los que me han criticado tienen un nivel intelectual que, a su lado, Paris Hilton parece catedrática. Así que no me preocupa. Que sigan insultando a quienes discrepamos. Mientras, el futuro nos dará la razón y seguiremos estando del lado de quienes están padeciendo la más injusta de las situaciones que, como el mundo, les aseguro que no se ha creado sola.

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