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martes, 1 de febrero de 2011

LA FIRMA DEL MARTES. JORGE G. PALOMO

EGIPTO

Queridos lectores, os transcribo mis palabras tras mi viaje de novios el pasado octubre. Un recuerdo como homenaje a aquella gente, mirada cómplice de sus ansias de libertad:

“Confieso que tengo una deuda con la cuna de la civilización. Como decía aquél, volveré. El país que lo inventó casi todo es un paraíso para el viajero: delirio visual en medio del desierto, templos inconmensurables, tráfico espeluznante, indescriptible algarabía en la capital, caos generalizado, crisol de culturas, esperanto en los bazares, tierras santas y estímulos deslumbrantes a cada paso. Debo aclarar que cualquier guía descubre Egipto con más detalle y corrobora aquello de que hay que visitarlo alguna vez en la vida, pero quiero compartir nuestras impresiones con vosotros: el Nilo desprende osadía; las pirámides, arte colosal; Luxor, grandeza; el Sáhara, magia; El Cairo, bullicio desaforado; el Lago Nasser, inteligencia; los oasis, melancolía; el clima, bochorno constante; la gente, familiaridad; y cada minuto, Historia con mayúsculas. Da la impresión de que los arqueólogos podrían seguir cavando por los siglos de los siglos y encontrarían más vestigios valiosos, hallazgos especiales, maravillas de la arquitectura y naturaleza inusitada. Al final, Egipto siempre te regala una experiencia tan excelsa como insólita, a medio camino entre el turisteo y la aventura: un manojo de recuerdos, direcciones y teléfonos para la próxima huida. Con sus mercaderes infatigables, cada rincón del país huele a té, carne, ropa, souvenir o dátil.




Creo que es una sociedad injusta con el pueblo llano, sucia y abandonada a la suerte de unos pocos y extremadamente amable con los poderosos: más que en Occidente, añado. Un réquiem sempiterno a los faraones y un clamor de progreso clandestino. Y acaso lo mejor del viaje: hicimos grandes amigos, paladeamos la gastronomía de cada región y ratificamos que el privilegio de nacer en uno u otro sitio resulta casual y que hay que luchar por lo que sientes. Libremente. Anhelando la luz al final del túnel, con o sin permiso divino. Shukran”.

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